Te besaré en la punta de las
pestañas y en los pezones,
te turbulentamente besaré, mi vergonzosa,
en
esos muslos de individua blanca,
tocara esos pies para otro vuelo más
aire
que ese aire felino de tu fragancia,
te dijera española mía,
francesa mía,
inglesa, ragazza, nórdica boreal,
espuma de la diáspora
del Génesis
¿Qué más te dijera por dentro?
¿Griega, mi egipcia, romana
por el mármol?
¿Fenicia, cartaginesa, o loca,
Locamente andaluza en el
arco de morir
con todos los pétalos abiertos,
tensa la cítara de Dios, en
la danza del fornicio?
Te oyera aullar, te fuera mordiendo
hasta las
últimas amapolas, mi posesa,
te todavía enloqueciera allí, en el frescor
ciego,
te nadara en la inmensidad insaciable de la lascivia,
riera
frenético el frenesí con tus dientes,
me arrebatara el opio de tu piel hasta
lo ebúrneo de otra pureza,
oyera cantar las esferas estallantes como
pitágoras,
te lamiera, te olfateara como el león a su leona,
para el
sol, fálicamente mía, ¡te amara!.